Me da pena el Presidente
descortés, tan displicente,
que ofende a la sociedad
con su voz de suciedad.
Cuando se sube en el podio
dando su discurso de odio,
al son de: “no estás conmigo
(lo siento) . . . eres mi enemigo”.
Por ejemplo, a periodistas,
bajo múltiples aristas,
a los que llama “fifís”
con verborrea y frenesí.
Haciéndoles mil reproches
tachándolos de “fantoches”,
hipócritas, conservadores”,
con mensajes retadores.
No soporta lo critiquen,
menos quiere que lo ubiquen,
luego, luego, “se me esponja”
y vuelve a su jerigonza.
Diciéndoles “doble cara”,
así, se desenmascara
en su verdadera esencia
como rey de la indecencia.
Ante la opinión mordaz
echa un salto para atrás,
no aprende a lidiar con eso,
al peje le falta seso.
Actuando así decepciona,
pues, por todo se emociona,
no controla sus instintos,
se pierde en sus laberintos.
Carece de todo aguante,
presto, “se pone los guantes”,
recae en la intolerancia,
su verdadera fragancia.
López Obrador se pica,
pica, pica, hasta replica,
diciendo: “tengo derecho”,
pero, sale muy maltrecho.
Queda como irrespetuoso,
me parece pavoroso
que por todo esté peleando,
que con todos se esté dando.
Luego, para más pesares,
se pone a citar a Juárez,
para mí, queda en vergüenza
dándome tristeza inmensa.
Un presidente concilia,
aviene, se reconcilia,
pacifica, pacta, acuerda,
con el mundo, al fin, concuerda.
Qué indignidad la de Amlo,
¿ese es su mentado “cambio”?,
¿el tratar de desunirnos
es uno de sus designios?
¿Cuál autoridad moral?,
más bien es un inmoral,
cayendo en la “calentura”
“arrastra” su investidura.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
Ciudad de México, a 09 de abril del 2019
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