Sentí la piel de mi rostro adormecida por la brisa de la playa...
Las olas rompían con tierno amor sobre la orilla...
Y el aroma a mar muy intenso se anidaba en mis entrañas...
No muy lejos se hallaba un jardín con rosas sin espinas, y un jazmín muy perfumado del cual arranque un poco ella...
Un álamo como señor de la bahía, estaba de amores con el viento, y sentí el pesar de andar muy solo, buscando por doquier, aquello que no sabía...
Las siluetas de madrugada, bailaban entre todas, y las lágrimas de un sollozo enamorado, se vertían como rocio de las mañanas...
Me senté bajo el fresco rumor de las ramas del tierno álamo, y sentí la caricia de un muérdago florecido...
Cerré mis ojos y pregunté en un casi silencio, en dónde te hallarías...
Y la luna cómplice de los amores alejados, me despertó con un halo de viento, y un poco de amable brisa...
Te vi sentada a mi lado, con blanco tul en tus cabellos, con una falda azul de seda que acariciaba tu hermoso cuerpo...
Y no te dije nada... tome tus manos y las arrope en el medio de mi pecho, y bese tu silencio para que no te despertaras...
Ahora, desperté enamorado, recordando el aroma de tus cabellos a mar de la bahía, y el tibio calor de tu pecho, cuando en el mío te dormías...
Ahora, se que estoy enamorado, en silencio y contando el tiempo... para dormir y soñar, otra vez contigo...
Para sentarme bajo ese álamo y besar tus manos tan tiernas y tan blancas...
Te he besado bajo el muérdago de flores muy, muy blancas... y seguiré soñando con tu cabello... que se adornó con las flores de aquel muérdago... y del amor... de nuestra luna... tan blanca... tan blanca...