¿Alguien observa mi notoria oscuridad
reflejada en la cara de la luna?
Siendo hija bastarda de la luz y de la sombra
me confinan a ser: pusilante herida y
silente faz embalsamada de cicatrices.
Aún hay un espacio ahuecado en mis noches.
Aun mis caricias son peces de plata
y sí hundidas en el mar del desaliento,
aun mis aguas son corriente estable de un río
revuelto en furia y estrelladas en duras piedras,
aun mis palabras ruletas serpentinas de la muerte,
marcan el aliento de mis horas y existe
en alguna página hecha sueño, más soy alguien,
y alguien alcanzará la luna nueva de mi cuerpo.
Toda mi vida le pertenece, corta mi aire con su caricia,
con el beso, juega con mi piel, y encima lo agradezco.
Saca de si, la dulzura y la firmeza de su deseo,
Y solo quiero preguntar:
¿Qué pasa por su cabeza al cerrar los ojos?
¿A qué mundo tan pequeño me reduce ?…
Y la vida, mi vida de un tirón, se desgarra.
Mis rodillas tiemblan y me quedo a su lado
en el lecho, en profunda espera
como la de la noche, apenas respiro, lo espero.
Se eclipsan las palabras, los inagotables te quiero
da paso a las obras, las caricias de fuego y al dormir
me mata, borra las huellas de mi paso por su piel…
Quiero ser una bestia, desgarrar su cuello,
trastocar su vida, volverlo enteramente mío,
que mis alas se desplieguen, lo envuelvan,
sofoquen y no quiera ni pueda librarse de mí.
Me acerco. Me inclino, estoy aquí, y él conmigo,
humedezco con mis besos su frente, su nariz,
sus ojos, lo persigno con el deseo a fuego
de cada incesante beso que le prodigo.
Sus hermosos ojos donde la noche baila
lentamente se abren como balcones de un paraiso,
su piel me saluda, su sexo me recibe, vuelvo a ser
masa liquida, tibia, jadeante, con música de fiesta
y olor a él ¡Ámame!, digo apenas en un susurro.
Me toma, y queda sellado el dolor del pensamiento.
Mojo la punta de su deseo, lo recorro suavemente
gime, su aroma es mío, tiembla, resopla sobre mi rostro
busca mis caderas, establece el ritmo, me persigue
le digo para, se lo suplico, entre besos y sollozos,
él sigue, no importa más que su saciedad y yo lo acepto…
nuestras piernas se confunden, me estremezco,
mi cabeza da vueltas, otra vez la marea de pensamientos.
Mi pecho sobre su pecho, mis muslos sobre sus muslos,
mis brazos sobre sus brazos, mi rostro sobre su rostro.
Las olas que lo sacuden, arrastran y arrestan mi cuerpo.
Se trenzan deseos: yo de amarle, él de copular un momento.
Tiemblo con él, como él, mis pensamientos se enmarañan
y caigo, caigo más y más profundo en la soledad de mi misma
al terminar, su abrazo es firme, sus mejillas sudorosas,
la honesta palabra de decirme quiero continuar contigo
mientras la huella de sus besos rápidos y furiosos,
su perfume como la sal en su piel se evaporan en el instante
y solo vuelven a torturarme en los recuerdos
la endeble decisión de no caer más, sobre su peso.