Tú mujer, que me miras como el sol
Con su brillo y fuego que enciende la vida
Como el simple instante que significa el todo
O la cándida mirada que arde de deseo
Tú, que, bajo la sombra del árbol, escribías versos
Describiendo mañanas de quietud y océanos
Oleajes de amor inagotables
y arenas humedecidas por la pasión de un beso
Tú mujer, la tierra fértil que consumió temores
Que engendró caricias, madurando el fruto
Inundando el campo con la virginal simiente
Que esparce el viento, como si fuese un canto
Tú, que estas aquí, entre las raíces que sostienen todo
Como los latidos que me entrega el viento
O los tenues brillos de una estrella enana
Recordando cuerpos, agitando el alma
Tú mujer, que concibes delirios en tu vientre ingenuo
Has colmado de venturas a la noche oscura
Inflamas la piel con sutil ternura, invadiendo todo
Con la brisa suave que me da tu aliento