Cuando te fuiste al chalé de la montaña
con cuatro turbios desconocidos
a fumar todo el fin de semana,
mi vientre engendraba
un feto que temía.
Recuerdo que la angustia nublaba las calles
y me preguntaban direcciones y yo entregaba,
atrozmente entregaba
lo último que recuerdo estando viva.
Hubiese podido quedarme
si no fuera por mi frágil
corpulencia y esa antigua
seducción hacia el desastre.
Heme de regreso al hueco de la aguja,
cabeza de alfiler donde las brumas queman,
los mediodías son plomizos lamentos
las tardes deshacen el mundo,
la anoche aterra.
De Maldicionario, 2009