Pueblo
Mi pueblo tenía entonces
la edad de los fresnos,
el canto de los gorriones
y el silbido en el viento.
Mi pueblo tenía la hondura
la estela necesaria,
la inefable levedad
que propicia el regreso.
Mi pueblo tenía entonces
las manos extendidas al abrazo
la medida justa, deseada,
del lugar en el mundo
siempre añorado.
Donde el jacarandá azulea
y el mate es protagonista.
Mi pueblo tenía y tiene
para siempre mi corazón
robado, cautivo,
mis mejores recuerdos
y empeñados aleteos.
Punto cenit
donde los mundos ajenos
se convierten en propios
y donde lo propio
se convierte en motivo,
en fundamento.
Donde la entrega es esencia.
Donde sabes que eres tú
aunque no entiendas que allí
tienes tu raíz, tu origen,
la línea adivinada de la mano
el tempo vital, el pulso vivo.
Del Libro “Soles de nostalgia”, Círculo Rojo, 2019.