Tristes sentimientos que cuelgan de éste corazón que está hecho trizas;
no puedo llorar más, ni renacer.
Estoy condenada a ser nada.
Lo que pienso de mí parece nunca existir,
Pues lo que fui se ha ido con el viento.
Y se escuchan retumbar las campanas en algún lugar que nadie conoce,
Y la gente anda por ahí sin escuchar,
Sopla el viento de aquí para allá,
Y las aves, y los peces
Pero la gente no escucha,
No siente;
Y yo todo lo observo, y todo lo pienso
Y sobre todo, todo lo temo,
pero más temo por mí
Y por ésta mi sensibilidad explicita, porque ya he sido condenada
Condenada a ser esto que no soy, que no conozco.
Y se supone tuve que haber renacido en algún momento, pero no lo siento,
sin embargo siento esta desesperación asfixiante, irreal; esto que siempre he sido
que no sé pero siempre he sido.
Hoy tomo el café cargado como cada mañana, y veo las aves,
y noto mi reflejo en el espejo pero no veo nada nuevo, solo lo que antes siempre vi, nada, tal vez nada pero con más edad.
Y como siempre pido ésas respuestas que no llegan, que nunca vendrán- al parecer-
Y me asfixian éstas malditas preguntas que me han perseguido siempre, y de la única respuesta que estoy segura es que viviré condenada a ésta mi realidad llena de verdades desnudas que sólo yo sabré,
condenada a éstos mis ojos que me dicen verdades cuando los silencios son largos, esas verdades que prefiero callar.
Y me siento algo que nadie entiende, y me imagino sabiendo algo que nadie más podría saber.
Vivo mi propia fantasía utópica; pero cómo cada tarde de primavera para mí no hay inspiración y sin embargo mi corazón me dice verdades difíciles de digerir;
hoy tengo mi propia voz, ésa que siempre he tenido, y que alguna vez se apagó, tengo mi propio fuego interno pero me siento nadie porque he sido condenada por escasos y yo soy todo menos lo que se imaginan,
pienso mucho y aveces pocas palabras me acompañan al hablar, y de mí solo puedo decir que no he renacido,
ni renaceré sin respuestas.