Si cuando Miyú-ú, sólo se vió en ese sol maravilloso, pero, ella sólo presentía una fría lluvia, que le caía en su propia piel en contra de todo, como por ejemplo, cuando en el sistema solar sólo se veía el sol, pero, ella en su iniquidad sólo veía la lluvia mojando el suelo y más a su piel dejando fríos y álgidos tiempos en que el silencio se vió automatizando lo tan inesperado cuando los aplausos no se escucharon más, cuando en el instante se vió aferrado, cuando en el embate de todo y de la nada, soslayó en el tiempo, y más en el instante en que se dió lo más pernicioso de ver a su piel cubierta de fríos adyacentes y de tenue luz como una tormenta en que se dedicó en ser como en el mismo tormento vivido. Cuando su forma de creer en destrozar la forma de ver el cielo de azul se vió su forma de querer más el deseo de embriagar las venas con verdad. Si el viejo y el brujo Hunúro, le expreso que en el instante se creó como la fuente y la fuerza de ver el cielo de tormenta, cuando no era así. Cuando en el ocaso frío se destrozó la forma de ver el cielo entre sus ojos de luz, como el teatro “Akiko”, el cual, significa “luz brillante”, como el sol en el día, el cual, ella no vé en el cielo azul, sino una tormenta impetuosa en el cielo, el cual, ella sí vé. Cuando en el ocaso frío se identificó la manera de ver y de creer en la fuerza como si fuera una lanza, en la cual, se dedicó en ser como en el deseo de ver el cielo de un mágico color. Cuando en el comienzo se perfiló lo que más dejó de sentir Miyú-ú, en el mal desenfreno en nunca frenar la osadía de esa vil demanda por parte de su productor, llamado Pedro. Pedro, un productor que a penas comenzaba a laborar, cuando yá había actuado anteriormente entre las tablas se dedicó en cuerpo y alma a laborar como empresario y productor de obras teatrales, como por ejemplo, la obra “Sin Manchas”, la cual, la protagoniza Miyú-ú. Cuando su esencia como un gran e inmenso productor se hizo como un gran hombre empresario. Si en su presencia se dedicó en saber que su labor era la de producir una obra y de llevarla a lo máximo del teatro y en las tablas teatrales latinas. Cuando en su esencia se dedicó en ser parte de lo real cuando en el ocaso frío Miyú-ú, se dedicó en cuerpo y alma a esa obra “Sin Manchas”.
Si llegó otro día más en el tribunal con la demanda en contra de Miyú-ú, dejando saber que su forma de actuar en la vida real, se dedicó en cuerpo y alma, cuando en la forma de actuar soslayó de tal forma cuando su alma lloró, cuando en el mal desenlace se vino venir. Y una forma de ver la vida fue otra, si sus vivencias fueron acrecentando, y su experiencia en las tablas y sus componentes de cómo trabajar en ellas creció y aumentó y supo cómo se trabaja verdaderamente en las tablas latinas. Cuando su esencia japonés se convirtió en una razón y tan verdadera, como lo fue interrumpir la esencia original e innata cosecha, en saber que el destino es frío y tan álgido como el ir y venir superando la magia de creer en su esencia como actriz. Cuando en el albergue de su propio corazón, se electrizó la forma de vivir en lo esencial y autónomo en poder creer en el destino incierto de creer en la conmiseración de saber que su potencial como actriz se le venía abajo sin poder superar una demanda tan fría y tan vil como lo fue demandar a Miyú-ú, por incumplimiento de deberes. Cuando fue atraer a la vida dolor y sufrimiento y más que eso una pena indomable. Cuando se vió venir el ocaso frío dentro de la noche álgida, pensando, sólo pensando, como salir de ese terrible trance. Cuando su manera de ver y de atraer el delirio frío se electrizó la forma de saber que el silencio llegó cuando bajó el telón rojo en la obra teatral “Sin Manchas”. Cuando en el mal desenlace y en el final de todo y de esa demanda, en creer en el fin se alegró mucho que había tomado un adelanto en su defensa en contra de esa vil demanda. Y se fue por un rumbo incierto queriendo derribar la forma de sentir el silencio como un poder de sentir la soledad en desolación y tan fría como el mismo hielo. Si sólo se petrificó su esencia y su mala racha en saber que el camino era tan frío como el mismo hielo, y como la misma nieve fría, cuando su esencia y su mal estado le hizo devolver su vida y más que eso su mal reproche en permanecer en soledad y en un silencio total de creer en el desierto con la luna mágica. Cuando su decencia y su manera de formar la espera en una sola esperanza, se vió formando la magia autónoma de creer en el capricho exótico en saber que su esencia pintaba en buen color. Cuando en su formación de creer en lo primordial en saber que el destino imaginaba un destino fabuloso, si en el correr y venir en ese tribunal se perfiló su forma y su manera de creer en el momento dado de una insistencia en saber que el tiempo se dedicó en saber que su tormento se dedicó en saber que su presencia faltaba en la obra “Sin Manchas”, sólo llegó tarde sucuembiendo en un sólo trance, esa noche le faltó credibilidad, autenticidad, y formación innata, creyendo formar la actuación en una sola actriz en que se debió de triunfar en lo acometido en poder creer en la mala actuación de Miyú-ú, de esa noche clandestina y tan real como el haber sido la primera actriz de la obra “Sin Manchas”. Cuando su esencia y su presencia se dedicó en la formación innata y tan original de creer en el instante en que se debió de formar su presencia actoral con la maestra del Japón y ¿la superó?, pues, sí, cuando un discípulo supera a su maestro al maestro se le llama erudito. Cuando su preferencia y su audacia se tornó desesperadamente incipiente, insípida, y con una incultura, sin saber qué vendría después de tornar esa demanda en una de supervivencia autónoma en crear y hacer crecer su virtud como mujer, como oriental y más como una actriz japonesa. Cuando en el momento se dió como lo fue superar su mala racha y de su buena actitud, cuando se perfiló el mal desastre de crear su actuación como buena persona logrando superar a la vil demanda. Cuando logró separar su vida laboriosa de una demanda y tan vil como la de Pedro, su productor. Sólo ella imaginó en que el bien se dió por atraer a su vida virtud, desesperación y una esencia de mujer muy altiva superando a la mujer que había llegado del oriente. Y, otra vez, se tornó desesperadamente inocua y sin daño alguno, cuando a la obra quedó a la deriva soslayando en tiempo y un pasado cuando el viejo y el brujo Hunúro, el de la calle sin salida, recibió, otra vez, a Miyú-ú, en su residencia, o sea, en la calle sin salida, y quiso ser la fuerte de alma y de un espíritu nuevo cosechando lo mejor cuando el brujo le indica de que sí veía el cielo de tormenta y no soleado, era por qué ocurriría algo lleno de una sola pesadumbre y en sombras adyacentes. Y ella sin saber nada, sin sospechar de nada, sin herir la piel con una sola herida, sin saber que el cielo le indicaba algo, cuando en el pasado, sólo en el pasado, se dió la forma de atraer el cielo en una sola y cruel tempestad hacia la vida y creencia de Miyú-ú, la japonesa que se abría paso en las tablas latinas en occidente. Y en “Akiko” que significa “luz brillante”, se debió de automatizar su luz en el capricho por ser el teatro con más auge que nunca en la historia taquillera de los teatros en occidente. Si en “Akiko”, sólo se debió de creer en el suburbio autónomo de saber a ciencia cierta que su deber se debía a que el silencio había llegado en poder creer en la pureza de la verdad cuando su esencia y su virtud se llevó en poder creer en la verdad autorizando la credibilidad en poder creer en la pura verdad en saber que se dedicó mucho en atraer lo que mal comienza. Cuando en el silencio se llenó de creencia y de super habilidades nuevas. En saber que el destino es fabuloso como lo impetuoso de un sólo saber en que se dedicó en ser una actriz con ímpetu en gobernar dicho teatro en contra de aquella demanda. Cuando en el imperio de todo se dió la órbita lunar en querer abrir el deseo de embriagar sus venas de un alcohol, donde se fue de éste rumbo socavando desde su interior. Cuando en el deseo de ver el cielo de tormenta el cielo se edificó en una sola tempestad tan cruda como la misma herida en la piel y creció su mundo y más su creencia como mujer y como virtud y tan exacta como poder creer en el desierto imaginativo de Miyú-ú. Si cuando entró a laborar en la obra “Sin Manchas”, en el teatro “Akiko” que es “luz brillante”, quiso y se automatizó la gran espera de esperar por un rumbo de creer en el zumbido mágico de la magia del viejo y del brujo Hunúro, pero, no se halló, más nada que otra cosa en lo inesperado. Cuando en el albergue de su propio coraje en el corazón de Miyú-ú, se entregó en cuerpo y alma a la obra “Sin Manchas”, pero, careció de libertad, de carisma y de su esencia connatural e innata como solventar ese personaje y tan crudo como lo fue interpretar a una mujer mexicana en que sólo quería su vida como un juego, pero, se llenó de pura verdad, cuando en su instinto aflojó la esencia pura de querer amar a su personaje como una mexicana y tan común fue su dialecto o jerga automatizando la crudeza de un personaje a ciegas y queriendo amar a su propio mundo y tan irreal como lo fue su fría actuación, pero, tan real como la pura verdad. Y su vida no quiso de que se pareciera a una actuación y tan fría como el de una mexicana, pero, así se dió lo más fuerte de creer en el instante en que se cuece la verdad de que su realidad fue y será como el de una princesa de un sólo cuento sin ser tan conflictivo. Cuando su mundo se dió como la fuerza en el corazón, como el mismo imperio soslayando la penuria insolvente de creer en la magia del desierto, como si hubiera sido una brujería del viejo y del brujo Hunúro, en la calle sin salida y en su propia residencia. Cuando se obtuvo lo que conllevó cuando Miyú-ú, creció como la hiena, dejando a un lado el temor y el miedo de ver el cielo de tormenta como ella siempre lo veía, sin sospechar de que yá vendría el sol a solear su mundo y más sus días y más sus noches oscuras y álgidas demostrando de que el momento se viera como el torrente destrozando el vaivén de unas olas en el mar perdido. Como se veía esa triste tormenta en su rostro o en su cara, desviando el temor y la ciencia incierta como la química dentro de esa obra llamada “Sin Manchas”, cuando en el silencio se dió como órbita lunar atando lo que dejó ese triste personaje en las tablas latinas en el teatro “Akiko”, la “luz brillante” de todos y de toda una actriz que pasaba por el dicho teatro como lo era y fue Miyú-ú, tan reconocida y tan real y leal como la verdad, cuando llegó ese silencio y terminó la obra en el teatro. Cuando se dejó caer entre aquellas tablas latinas en “Akiko”, la “luz brillante”, en que se automatizó la espera y tan inesperada de creer en la buena y excelente actuación de Miyú-ú, destrozando el lado bueno en defraudar la demanda en contra de ella, Miyú-ú. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, quedó como primera actriz destrozando lo que conllevó una buena atracción sintiendo el mal desenlace de su vida teatral. Y si Miyú-ú llegó a tiempo, a personificar el personaje de la mexicana cuando ella se hallaba en la calle sin salida esperando una respuesta del viejo y del brujo Hunúro. Creyendo de que había salido de allí, cuando existía una leyenda de quien tomara el brebaje o la pócima del brujo Hunúro, quedaba atrapado en el misterio de la calle sin salida y así fue nunca más salió de allí Miyú-ú, pero, lo que no creyó el brujo de Hunúro que las japonesas tenían una fuerza extraordinaria en saber que no era ni fue el fin para Miyú-ú. Cuando, de repente, una noche salió de ese mal trance en que el juez dictó sentencia por esa vil demanda de Pedro su productor. Y sí, Miyú-ú, salió airosa de ese mal trance si nunca salió del misterio en la calle sin salida, y ganó la demanda en contra de Pedro, cuando su actuación fue y será, aquella mexicana, la cual, se abrió paso en las tablas latinas en occidente. Cuando su forma de atraer la fuerza en ese personaje le ganó a cualquier actor o actriz en las tablas. Si cuando su fortaleza se vió marcada entre la razón y la verdad innata de creer en la más importante obra de la historia llamada “Sin Manchas”, si cuando, de repente, se vió aterrada y aferrada en contra de la verdad más connatural de creer en el desierto mágico e inventivo, fue cuando se vió aterrado el fin desenlace de creer en la demanda de creer en el suburbio mágico de ver el cielo de tormenta. Cuando en su manera de ver el cielo de tormenta se fue automatizando la espera y tan inesperada de creer en la mala unión de ver el cielo de gris en vez de un azul soleado como la mayoría de las veces. Cuando en la manera de ver el cielo y de tormenta se dió la más fuerza en el mal creer en el desierto mágico. Cuando se intensificó la forma de ver la manera más real, pero, ficticia de actuar de Miyú-ú. Cuando se cree que el cielo se formó de blanco y azul cuando por fin salió del misterio en la calle sin salida creyendo de que iría a actuar como la actriz de mayor envergadura de la historia y del teatro “Akiko”, “luz brillante”, la cual, se formó desde una cálida y sustancial forma de ver el cielo sin poder creer en el mal asiento que asentaba la vida de Miyú-ú, en ese gran teatro. Y se fue por donde sale el sol en la alborada, cuando crece de menor a mayor intensidad sus rayos hasta que llega la noche en el anochecer. Y Miyú-ú, cuando se fue el destino por un frío camino cuando se dió la vil forma de actuar con el personaje de la mexicana en la obra “Sin Manchas”, cuando en el instinto se vió formando el cálido momento en que se da de cuenta de una sola cosa. Y Miyú-ú, gana la demanda, pues, en el juicio se formó tan ideal como la magia del teatro, cuando en el instante se dió la forma más exacta de creer en el desenlace equitativo de ver el cielo de gris y por una tormenta clara, pero, muy oscura en el mismo cielo en que se veía de azul y con blancas nubes. Si Miyú-ú, en el mal desenlace se figuró el torrente de luz en el cielo de gris. Cuando en el abrir y cerrar el cerrojo se dió la forma más real de creer en el amor a su actuación por amor al arte de su esencia y de su presencia escénica en las tablas latinas en “Akiko”, en la “luz brillante” de un teatro en occidente. Cuando se siente en el por qué de una mentira o una verdad la vil atracción en buscar lo efímero en penurias o en lo más perenne de un ocaso frío. Cuando en el ademán frío en poder creer en el mal desenlace en poder creer que había ganado sólo le dió una atracción real como haber sido la primera actriz de la obra “Sin Manchas”, queriendo ver el cielo de azul si sólo lo vió en tormenta. Cuando en el tiempo, sólo en el ocaso frío se llenó de fríos cuando sus ojos quedaron detenidos en el tiempo como en lo imposible de creer en lo superficial de una actuación, en la cual, se detenía un sólo por qué desnudando la verdad. Porque cuando se debatió una sola espera y tan inesperada se formó lo esencial y los superficial de una actuación y tan real como lo es actuar en la vida real. Y había ganado la demanda, pues, su forma de actuar en la vida y más en esa obra se vió automatizando casi la verdad. Cuando ella se halla en el misterio en la calle sin salida de que con el brujo Hunúro, sólo se creía en la verdad de que se hallaba allí, pernoctando en la misma calle y sin poder salir de ella y con vida, por visitar a un brujo que le dió a beber una pócima o un brebaje para saber el futuro y el pasado de ella, de Miyú-ú. Cuando Miyú-ú, quedó atrapada entre escombros de un fin que llegó y muy pronto. Si a Miyú-ú, se le vino abajo el telón rojo de sangre de su propia sangre y fue el temor o ansiedad en ver y en observar el fin como el tormento en el mismo cielo, cuando Miyú-ú, cayó en una sola redención de su propio corazón, cuando la ansiedad se vió como el mismo tormento en que cayó como calló el silencio y sin aplausos en el mismo teatro “Akiko”, la “luz brillante”, del propio escenario en que bajó el telón y llegó el eterno silencio a ella, a Miyú-ú. Cuando el viejo y el brujo de Hunúro, fue con su pócima el misterio en la calle sin salida, que le ofreció un brebaje, el cual, la dejó inconsciente y desnuda de sentimientos, desatando el final del mundo. Y ella, Miyú-ú creyó en ser la primera actriz del teatro “Akiko”, la “luz brillante”, cuando la japonesa nunca salió del misterio en la calle sin salida y quedó en un sólo silencio cuando bajó el telón rojo de su propia sangre.
FIN