Mírame a la cara,
no bajes los ojos,
no muevas el rabo,
como un perro bobo.
¿No eras tú tan hombre?,
¿no eras tú tan macho?
Saca ahora los bemoles
de que te has jactado
y deja los llantos,
que yo ya he llorado
hasta quedar seca,
hasta quedar yerta,
hasta llorar sangre
llamando a tu puerta.
¡Vete con tus zorras
de rabos dorados!
Con tus amigotes
de noches en blanco,
esnifando nieve,
fornicando al paso,
quemando el dinero,
en tu altar profano.
A nadie le importas,
ya te has pateado
la salud, la vida
y el último ochavo.
Ahora no eres nada,
ahora yo te digo:
¡Mírate al espejo!
-como tú me has dicho
las mil y una noche
que esperé tus pasos
sonar vacilantes
en nuestro rellano -.
¿No ves las arrugas?,
¿no ves las ojeras?,
¿y esos cuatro pelos
podridos y ralos
que adornan la cresta
de tu calavera?
Shemirramis Poema del libro \"Jardines descolgados\"