Tus párpados sin matiz,
entrecerrados de sopor;
tu piel en la caricia del agua tibia,
sin el atavío del maquillaje,
es mi tierra, duermes, bienamada
las cortinas de tus ojos cierran totalmente.
Tus piernas ocultas,
en el roce de una sábana,
cuerpo a cuerpo,
sonrisas inusitadas,
horizontal figura compuesta de dos identidades.
Un poco de tu suspiro en invierno,
me hubo de enaltecer, mi consuelo,
laberinto o encrucijada,
la corola de tu piel, tu faz misma
en ese hechizo olvidó su propio aliento.
Cálida pradera,
sutilmente humedecida,
creación espontánea en único apego,
sensación indomable en revelación de nuestra alborada.
Facunda cubres mi letargo paciente;
todo en calma,
rodeados de raíces descubiertas,
de una barranca peñascosa.
Así todo, así son nuestros días.