Frente a esa sombra que conozco,
bajo la rugosidad de tu piel
sobre la que mis ojos se extravían,
de esa simple extensión de mi boca,
que traspira beso y agua, pido mi tregua.
De esos dos astros que devoraron
de mi frente los sueños,
de esa corteza que se tendió sobre mi
y amasó con su sal mi llanto.
De ese ser que me enseñó el vuelo
el canto para mi jilguero mujer.
Para ese que enlutó mis primaveras,
ese mismo que no vestirá mis inviernos,
ese para quien fue el obsequio de mi corola,
y es la remembranza con mi aliento.
Sobre su recuerdo si no sobre su cuerpo
allí quiero dormir y descansar,
descansar y dormir de los combates eternos.