Qué hermoso resulta,
desplegar el pergamino,
de aquellos recuerdos nuestros,
cuando yo embobado,
levantaba tu vestido,
para ver al otro lado,
la mujer más bonita.
Ahora apoyado en el mástil,
de mi nave de memorias,
mi embeleso no es otro,
que el azul del horizonte,
donde una ola pareciera,
tu sonrisa de plata,
y el viento de proa,
el aliento de tus besos.
Corre niña !!!,
gritaba aquella primavera,
donde tú,
lucías como lucen,
al pie de los trigales,
las amapolas de grana.
Corre niña !!!,
gritaba la fuente,
sintiendo en su agua,
el bálsamo aromático,
de tus párvulas manos.
Aún recuerdo el requiebro,
de aquella hoja del granado,
cayendo desde lo alto,
cimbrada por un viento de verano,
para caer justito,
por el más sensual escote,
y posarse en tus senos.
Y a esta nave reminiscente,
ofrenda de tu memoria,
donde llegan cada noche,
cantos de sirenas,
jamás pierdo el rumbo,
que me lleva a tu sexo,
mientras yazgo despierto,
para soñar contigo.
En cubierta desnudo,
me cubren las estrellas,
con el manto chispeante,
que abrasa mis madrugadas,
cada vez que descubro,
en lo alto aquel lucero,
celoso de tu mirada.
Y a la mañana despierto,
bordando a tiritones,
cada pliegue de mi cuerpo,
descosido por tu ausencia.
a.rodríguez.