Alexandra L

El Monte

 

La tarde esta recostada en el umbral de la puerta
donde la brisa se sienta refrescante y perfumada
las nubes enamoradas se abrazan con alborozo
Y un rayo de sol celoso marca el fin de la jornada.

Se alargan en los caminos las majestuosas palmeras
el flamboyán es hoguera  que quema la guardarraya
la embrujada siguaraya susurrando una oración
y  la ceiba es el panteón donde descansan las almas.

Se hace un silencio profundo en el corazón el monte
guarda su canto el sinsonte y el ligero tomeguín
Y se recoge a dormir la ruidosa gallinuela
mientras en el suelo queda la confiada codorniz.

Tímidamente la luna se asoma tras las montañas
desde la oscura garganta canta el rio caudaloso
despeñando quejumbroso en la empinada cascada
perdiéndose en remolinos por la espumosa cañada.

El monte guarda misterios que nos llegaron por mar
en caballos de coral, de tesoros y galeones, de africanos
Y españoles,  de guitarras y bata.