Deseo ajeno
Aquel duende, se lo dijo; en tono sereno!
éste deseo abultado siempre será ajeno.
en ella, nunca florecerán tus sueños,
deja la hornilla, de moverle tus leños.
Al rescate de aquellas, nuevas tristezas,
a cierto silencioso instante, se dieron cita,
una luciérnaga, con una hada y su varita,
intentando suavizar, de la pena sus asperezas.
Desfilaron de frente, los días, meses y años,
él se refugió, en las hojas de cuaderno en blanco,
plasmó, letra a letra, de sus fantasías el encanto,
en versos, hizo un altar, con rimas de peldaños.
Se comprueba hoy, aquel ante verde, era profeta,
desde ese entonces lo sabía, conocía la profecía,
pobre mortal, jamás llegaría a tierra prometida,
de la varita mágica, es la tinta, de ésta historieta.
José Estrada