Y me vi en tus ojos cristalinos,
aquella noche que era tan mía,
te tome entre mis brazos ¡mi querida!
Ya eran míos tus labios tibios,
contemplando el firmamento tan compacto,
me quede llorando tan contento,
y sonriendo a la luz de media luna.
Pues había besado tus labios anunciantes,
que decían que eras mía como ninguna;
que en mi querías quedarte para siempre.
Y se apagaron las horas tan calladas,
brillaron los astros relucientes,
viéndome en tus ojos cristalinos,
mirándote fijo tiernamente.
No faltaron palabras al instante:
tanto que callo el viento a nuestras voces.
¡Oh! qué noche de amor contribuyente,
sentí vorágine inaudita:
tus ojos y los míos en amor ya para siempre. FIN
LIC. ISAIAS GONZALEZ ARROYO.