E. G. Cortez

Retrato lleno de agua

A Lydia

A dura penas entiendo

tu cara abierta y suave

que se acerca como un beso,

que estalla en un rasguño

de mis ojos al regreso de los tuyos,

igual a un retrato lleno de agua,

o a una pena demasiado leve

para que duela o para celebrarla.

 

Lydia

a duras penas entiendo

esto que escapa de mis ojos

sin que me preocupe su fugacidad

porque he sido ya, por un tiempo,

un proscrito, sin buenas ideas,

de otro yo que busca expiarse.

 

A duras penas entiendo

que podría quererte sin más

sin desdoblarme o perderte

libre de legas preocupaciones

como deberías permanecer

aunque justo ahora

no tengamos permiso.

 

Ojalá entendieras por mi

porque no necesito hablarte

tantas cosas que a veces…

esta penitencia de tratarte

y no abrirnos siquiera.

Hay cosas Lydia…

y aun así podría quererte

aunque no espere ni cuente

tus besos de agua y mar.

 

Me di cuenta de tus besos

solo porque pude escucharlos

desde abajo, como con la piel.

Uno escucha con la piel, yo lo sé.

Allá estabas mientras caíamos

y todo estaba tan estrellado

como para decir algo muy profundo

y sin embargo, terminar silbando 

una canción con tus labios 

que ya me habían besado

 

¿Qué sabes tú Lydia?

Háblame tanto como un libro

tanto por cuanto dure tu voz

aquí en mi piel, ya lo dije ¿no?

Quisiera asombrarme contigo

pero en una lenta rendición 

para no darme cuenta

si acaso me asalta tu candor parisino,

O hasta donde llegan ya tus manos;

ni siquiera darme cuenta

de tus viajes sin retorno

o de cuando te vayas de verdad.