MAIRA
Maira, podaba las ramas secas de su rosal, cuando desde las glicinas saltó hacia su mano, con agilidad y destreza, un humanoide de apariencia frágil y delicada, la niña lo miró con asombro. Tenía las orejas puntiagudas, las que movía graciosamente. Era pequeño, del tamaño de un caracol, piel blanca, cabello largo y anaranjado, sus ojos eran almendrados.
Maira, sintió que su corazón bailaba de alegría y le cantó esta canción…
“Amiguito dónde estás me pregunto quién serás.
Amiguito ven acá
me pregunto si serás. En el cielo o en el mar un diamante de verdad.
El pequeño hombrecito se puso en punta de pie, comenzó a danzar con gráciles y etéreos movimientos. Al finalizar la saludó con una leve reverencia, le sonrió y sigiloso subió a la glicina, mimetizándose con las flores.
La niña corrió tras él y a medida que trepaba en la enredadera, sus orejas se pusieron puntiagudas y comenzaron a moverse graciosamente.