Elizabeth Maldonado Manzanero

DeserciĆ³n

Ocurre que me asalta este vacío de las entrañas,

del pensar y del vivir ya me canso de maldecir,

de roer mediocridades fuera y dentro de mí.

Miro sobre mi carne supuración de dolor y anhelo

y aun no alcanzo a saber cómo fue, a que basurero

acudí para bañarme en él, o quién se adueñó del edén…

Yo era brisa de paz, embeleso que se forjó así misma,

hoy sólo soy huracán de retrete y torbellino de miseria.

Aún recuerdo mis días de ansia, de espíritu, de intelecto

ahora me queda el hambre tan sólo del cuerpo.

Tengo taponeada las arterias de la dignidad

y he convertido en sombra las pupilas de la conciencia,

me lleno de ebriedad del capitalismo y la apariencia.

Se marchó el grillo que cantaba a la vida

lo remplaza el escarabajo fustigador de los abismos.

Y encima de todo, la propia alacena de vacío

me invita aprobar del manjar de los recuerdos.

Se abren ante mí, mis dos puertas del apócrifo futuro 

y a mirar alcanzo el egoísmo de mi propia mano,

la envidia de merecer por lo que no trabajo.

Me gotean por doquier los fantasmas de amores diluidos

comida de insectos, estupor y vacío son solo mis huesos.

Cuanta hambre han de tener todos los muertos,

cuanto vicio de piel queda entre nosotros perdido…