Iba cortando la brisa una hoja en su viaje flotante,
y se vio en la necesidad de vivir tan andante,
quizás sorteando los suelos, a la deriva,
era volar y volar más,
hija del árbol desprendida en el otoño,
y más partió, soplidos a raudales,
sus pasos de viento silbador,
era su carruaje, acompañando la clorofila seca,
seguro se resquebrajó al final de todo,
desde que tocó el suelo cuando el viento se hizo diminuto
tal vez un pie destrozó su cadáver marrón de otoño.