Madre Tierra te extraño en la noche,
en el renacer,
en el brillo,
en la ira,
en la danza,
en la divinidad,
en el miedo
y en la esperanza.
Mira más allá del horizonte,
deja que los versos no cesen de arrullarte,
no evites al viento inquieto;
él lleva y trae tus mensajes;
deja que la risa de mis comisuras vuelva a retoñar,
cubre de verde y pasión la ira y el odio.
Llena de calor el sol que nace en mi,
pinta de primario y gris, dentro y fuera de ti,
recoge la flor perdida de la playa más olvidada,
limpia la sangre de tus seres verdes y
llénalos de mañanas azules y despertares claros.
NIÑO!, sube a la montaña y besa al cielo bajito, él esta esperando por ti.
HOMBRE!, déjala a tu máquina inerte, devora el perfume de flores y hojas;
son eternas, si tú las dejas crecer y crecer
La selva confunde las huellas de sus primeros hombres,
los espíritus de colores se ahogan en el barro y negro,
las plantas femeninas ya no crecen bajo las sombras de los gigantes,
ahora nadan sobre la brea y el llanto.
Mi corazón palpita,
al compás del defensor de la tierra,
los ojos que hoy me cruzan,
serán la llama eterna,
llama que ilumina y guarda a la madre tierra.
Por Walter Trujillo Moreno, abril 2013 – abril 2021