Ayer te visité entre suspiros
y me enseñaste el secreto para llegar a la paz interna,
se trata de amar y ser amado
entregarte en cuerpo y alma.
Me enseñaste lo más profundo de tus aspiraciones
sin saber que yo las tengo en la yema de mis dedos
y en mi cuello permanece
el camino de tus placeres.
Conoces bien mis penurias
y que mi mirada te alcance sin mayor esfuerzo
no es producto de tu cordura,
si no, del reloj que valora su trabajo.
Y si te preguntas porque escribo tanto
sin tener un público que me respalde,
recuerda que la pasión brota en mi ser
y lo seguiría haciendo aunque me paguen con palmadas en la espalda.
De noche te espero entre susurros,
entre penas te palpo con gotas saladas,
la sombra de tus ojos que ocultan
a leguas lo que tu desalmado aliento no logra expresar.
Y como olvidar tu cabello que se posa en las miradas como telarañas
que envuelven todo lo que atrae
y logran persuadir el pobre pensamiento de un poeta empedernido como yo.
Aquí tu voz se mece sobre notas adictivas,
con noble dulzura se impregna en mi ser
como polenta que se adhiere a la frágil abeja
que no se despega de la flor marchita.
Cada uno de tus detalles artísticos me enamoran con sobrehumano esfuerzo
y sin importar cuánto esté ocupado o desanimado, te pienso con nostalgia,
yo te enseñé una sonrisa dirigida a tus pupilas, anhelando que seas tú quien me la devuelva.