El misterioso embrujo del oriente,
Tomó cuerpo en la silueta femenil,
Su dulce fragancia nada corriente,
Obligó a mis ojos y di mirada gentil.
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La tarde soleada y mi alma fogosa,
fueron sorprendidas por la belleza.
A mi paso vi aquella mora hermosa,
y en mi rostro se manifestó la tibieza.
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En mi camino estaba aquella linda Diosa,
Sonriente, ella me miraba y yo dudaba.
¿Será conmigo? Era una pregunta ociosa.
Al mirarla de nuevo su velo ya no estaba.
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Al verla de frente me cautivó su sonrisa,
su fragancias y esos negros ojos moros,
abrigados por el pelo que movía la brisa.
Percibía mi corazón de ángeles un coro.
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Ella fue la ilusión de un furtivo encuentro,
Al volver a ella, supe que era real el cuento.