Fantasía sublime, real, inerme,
danza llana y espontánea
en un rincón, un pequeño espacio,
en el turno cedido por la inclemencia,
dedicado al encanto.
Escenario inmóvil, único
(acaso salvaje)
en la penumbra de la noche,
del cansancio y del hastío,
hipnótico suceso donde los sentidos resucitan,
apagan el ansioso letargo del espíritu;
son los amos y señores del momento.
En los escondrijos de la fortuna,
donde la imaginación es libre,
el ánimo revienta por placeres,
está prohibido entrar con el prejuicio
del yerto espíritu que no concibe la alegría.