En el acogedor regazo de nuestros delirios irrumpe la calidez de las sombras que circundan a la pasión.
Desde la ventana se ven las luces de la jornada que se mudan en el crepúsculo detrás de las montañas y se enciende el brillo de tu piel.
Mil luciérnagas emergen desde tus cabellos y bajando el telón, con los ojos cerrados, nuestros labios se dicen cosas hermosas rozándose en silencio.
Me envuelves en la suavidad de tu prisión y las tenazas de mi exaltación se sujetan a tus senos.
La tibieza en medio de tu cuerpo destila efluvios que seducen mi abdomen y vibra desde mis interiores la arrogancia de la lava vehemente que inminente irá deslizándose por tu valles.
Adoro el relieve de tus continentes, donde un ejército de suave tacto marca las señales de posesión y musitamos con efusión el deleite del sublime arte que emana desde nuestro atavío candente en esta inusual entrega de nuestras integridades.