marta CARMEEN

QUE GUACHAS!!!! segunda parte

                                                          

Cuando no robaba huevos, recreaba mi imaginación a tal punto, que creía que el chatarrero que pasaba por la calle anunciaba por los altavoces…

 

¡Con el reconocimiento ganado, en todo el mundo, esta artista internacional, ha buscado constantemente evocar la imaginación, recurrir a los sentidos y provocar emociones, altamente creativos y artísticos. Al encenderse las luces del escenario, dará comienzo un espectáculo maravi- lloso y fantasioso, que vivirá para siempre en el recuerdo de quienes lo disfrutaron!!!

A ESCENA.

El público femenino de categoría sin igual, resaltaban sus cuerpos voluminosos y compactos, vistiendo plumajes de distintos colores. Desde la bellísima boina roja hasta sus patas de cuatro dedos, que se esmeraban en calzar dolorosamente en inexistentes tacos altos, para alardear mostrando su cola soberbiamente levantada. Inquietas saltaban de cajón en cajón, dejando por doquier sus sellos olorosos.

A los gallos se los veía elegantes, corpulentos con barbillasvioláceas, ojos rojos y pico fuerte. El cuello largo y largas sus plumas. La espalda ancha, cola tupida y altanera. Patas fuertes, carnudas, los torsos de azul plomizo oscuro. La cresta roja y carnosa coronaban sus cabezas como galeras que usaban los caballeros en el siglo XIX.

En ese instante maravilloso, luciendo un viejo vestido de mi mamá, abría la puerta del gallinero, entraba brillante, sonriente, calzando los duros zapatos de mi tía, dispuesta a interpretar la Danza del fuego, mi cabellera rubia y ensortijada, junto con mis brazos llevaba el compás de la orquesta sinfónica, que surgía en medio de los cajones amarronados por la suciedad.

El Director de la orquesta, generalmente, era un pavo, que mi madre había comprado, ante las proximidades navideñas. Según la tradición se lo emborrachaba con coñac, antes de cortarle la cabeza.

Por cierto, era muy divertido ver caminar al pavo borracho y mucho más gracioso, era ver cuando caminaba con el tronco del cuello, pero sin la cabeza.

Cuando todavía no le habían cortado la cabeza, lucía su cresta seductora y cola con plumas largas y coloridas. Dirigía la orquesta con alguno de los palos donde acostum- braban dormir las gallinas

Mi cuerpo se acoplaba tan naturalmente al baile, que el futuro no pudo ser otro que el de convertirme en la bailarina más talentosa de los gallineros. Una leyenda viva sobresaliente, basta con mencionar que durante el espectáculo, todas las gallinas ponían huevos.

Al terminar, la lluvia de aplausos y lágrimas recuperadas, cortaba las plumerillas de las cañas, convertidos en gladiolos blancos, me los entregaba yo misma , al mismo tiempo que los recibía emocionada. Ante el aleteo, cacareo, revoleo de plumas y huevos, saludaba reverenciando mi cuerpo, como lo hacía Paloma Herrera.

 

EPìLOGO: Profundo dos.

¿Qué haremos las grandes bailarinas como yo, cuando bajemos del escenario definitivamente?

¿Seguiremos robando huevos?

¿Usaremos el cuerpo para acurrucar hijos?

Seguramente seguiremos trepadas al naranjo con los brazos extendidos, esperando el crecimiento de las  alas, para dormir la siesta entre las nubes tormentosas que nos hacian brillar al compas de los relámpagos