Lucilia abandona el capullo y mira el mundo: es lento
Vuela y se posa, temeraria en el putrefacto manjar
y se regocija en la espesura de su travesía,
días como años,
la vida y la muerte le dan contrariedad.
Mundo pequeño, vuelo sostenido de alas transparentes,
color metálico y ojos por multitudes asume el rol de mal agüero,
como distinguido combatiente.
Murió una criatura,
grita con aromas su destino,
de inmediato arriba Lucilia y por cientos,
sus enjambres verdes van a celebrar el banquete,
vivir en la abundancia y descansar,
alimentar el suelo estéril y cerrar la ventana.
La hoz, siega y persiste,
puede siempre brindar sustento de la consunción;
está aquí, no se mueve,
espera labradora del aire
para alimentar a Lucilia.