No pienso besar mis labios
hasta que no termine este
maldito poema. Sí, no me
besen los labios, me escuchan?
Cierren con cordilleras o monumentos
sus antiguos sellos iracundos, muestren,
a diestra y a siniestra, monarcas o reyes
de los que sirven de puerta: no besarán
mis labios, hasta que no concluya
este maldito poema. Dadas las aberturas-
costuras sinuosas pero inmóviles, mi cintura
llena de trozos de carrasca, inmóviles los pies
hasta donde llega el árbol de la saliva-; abierto
al firmamento, mi reciedumbre de trabajo-
soles tan abajo-, y rotas las cadenas serviles
del pastoreo, mi espíritu ladea su cabeza.
Tengo yo qué saber de qué tratan mis poesías!, soliloquios que exploran
mis intestinos a veces, cuerdas de un piano
deteriorado-.
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