Don Juan fue un gran obrero
querido y respetado
les construía viviendas
con sus callosas manos
levantando paredes
como buen artesano.
Se ganaba la vida
y siempre iba luchando
para dar a sus hijos
aquel sustento diario
pa´ que fueran a escuelas
que habían en el barrio
porque solo ocho días
estuvo él estudiando
aprendiendo a leer
solo en su silabario
siempre eso lo contaba
en su banco, sentado;
y con mucha jactancia
él los iba retando
a vecinos y amigos,
como universitarios
con su letra palmer
era muy refinado
porque él en el estudio
estuvo interesado.
Admiraban sus dotes
con su duro trabajo
y de su inteligencia
¡Pues ya no lo digamos!
Y sobrio era prudente,
todo un hombre sensato.
Don Juan estaba triste
y muy desconsolado.
Estaba pensativo...
estaba meditando,
aquel duro camino
que en vida le trazaron
las muchas circunstancias
con sus pasos cansados.
Don Juan estaba triste
en un rincón, parado;
en la lúgubre noche
con pensamiento arcano
y el corazón lloraba
las zumbas repicaron
como una despedida
con lágrima en sus manos.
Su vida fue terrible
pero era enamorado
porque fue su destino
como cualquier hispano
que vive solitario
que camina añorando
mirar la luz del día
aunque llegue su ocaso.
Y Don Juan murió triste
frente a su humilde rancho
una noche de copas...
noche era, de verano;
y nadie escuchó nada
aunque fue apuñalado
por manos asesinas
de este mundo pagano
que esconde la verdad
por temor al malvado
y al final, con tristezas
y flores en un ramo
fue llevado a su tumba
y el cuerpo sepultado
en tarde calurosa,
las lágrimas regaron
paso a paso el camino,
hacia aquel camposanto
donde al fin terminó
su triste y cruel calvario.