EL DIABLO NO DUERME SIESTA.
Yo era una niña amorosa y educada, por lo menos eso creía
el vecindario en general, ya que saludaba a cada uno con
cortesía y respeto. A todos trataba de usted, daba las
gracias y les sonreía. Pero el diablo no duerme siesta…
Norma Micheo, era modista, con su familia vivían frente a
mi casa a pocos metros de ochava que daba a la diagonal
73. Tan cerca estaba de la esquina que me ofrecía la
maravillosa posibilidad de jugar, en esas siestas que se
combinaba el desolado barrio y mi aburrimiento.
Él estaba ahí, como esperando mi intervención, es más, me
invitaba a que lo despertara de su letargo. Se lo veía
bonito, dorado y brillante. Si bien su sonido era un canto
para mis oídos, lo que en realidad me cautivaba era la
lucha entre el bien y el mal, y el deseo que sentía ante lo
indebido.
No puedo recordar cuántas veces cometí ese pecado, lo
que no olvidaré, es la última vez que peque. Fue a la hora
de la sienta, cuando el diablo se escondió detrás de la
puerta.
Esa tarde cruce la calle y apreté con constancia el seductor timbre y salí, como judas que lo corre el diablo, hasta
la esquina. Ahí espere, como siempre, uno minutos, cuando
no había nadie en la puerta volví, una y otra vez hacer
sonar con esmero el timbre, fastidiando enormemente a
mi vecina, que iba y venía al son de mi divertimiento.
Antes de tocar espiaba por el ojo de la cerradura, esperaba que la señora Norma se sentara en la máquina de coser,
una vez instalada, yo sin el menor miramiento o contemplación, hacia que se levantara nuevamente. Cuando ella
llegaba a la puerta yo ya estaba en la esquina.
Pero esa vez fue diferente, espié por la cerradura, y no la
vi, pensé ¿donde habrá ido, donde estará? Igual decidí
fastidiar, subí al umbral y apreté el sonoro y dorado
timbre….
No quiero recordar lo sucedido!!!!…. Yo con el dedo en el
timbre y ella, seguramente aconsejada por el diablo, se
había escondido por debajo de la cerradura, sin darme
tiempo a escapar, abrió la puerta. Sus ojos se agrandaron
como “el dos de oro” y me observaban con asombro y
desilusión. Lo más traumático, sin duda, fue su condena
verbal .
_ ¿Eras vos Martita ? _ ¿No lo puedo creer?
“Ring raje. El juego más viejo del mundo, y para algunos, el
más divertido. En Argentina, así se llama el juego de tocar
un timbre y salir corriendo, en el que lo peor que puede pasar es que nadie atienda, y lo mejor, que un adulto se
fastidie porque no hay nadie. Esa es la mejor parte. O sea
que es un juego de niños para molestar a los adultos.
Genial.”
De haber sabido esto, ésa noche, no me hubiese brotado,
con aquellas picantes ronchas gordas.