En un reino pacífico muy remoto, en un castillo de piedra, con adoquines adobados vivía la Princesa Alicia. La princesa muy conocida por la gente del pueblo y los sirvientes, se caracterizaba por su dulce tez y su voz gentil. La Reina había muerto de una terrible enfermedad, su hija, la princesita, cultivó muchas flores en un jardín, en su honor, destacando en el centro de él, un blanco y esplendoroso lirio.
Al morir la tarde, cuando el cielo se impregnaba de naranja, salía contenta a entonar tiernas melodías dedicadas a su lirio, en el trasfondo, a su difunta madre.
Era un lirio hermoso, blanco, radiante en un jardín lleno de jazmines, rosas rojas y otras especies, destacando entre ellas,su pureza y envergadura, pero a pesar de ello se encontraba celoso de los demás, pues siendo el único, se sentía muy solo.
La princesa salía a cantarle, lo regaba y abonaba con esmero y dulzura. Era su canto tan melancólico que cada día el pobre lirio entristecía más y más hasta el grado en que dejo de hablar y saludar a la princesa por muchos, muchos días. La princesa no entendía el rechazo y sollozando juró no volver a su jardín o al menos esperaría un tiempo mientras su apreciado lirio volviera en sí.
El tiempo paso y al lirio lo consumió la melancolía, precedida de la soledad. Poco a poco su brillo cedió y una trágica tarde el lirio se entregó a una ráfaga de viento, en su interior deseó ir a un lugar en donde los lirios pudieran ser felices o talvez simplemente donde existiesen más lirios blancos.
Esa tarde de abril, la princesa escuchó llanto y quejidos en su jardín, apresurada salió a ver a sus amadas flores y a su olvidado lirio blanco. Fatal y penoso su encuentro, pues en el centro de su jardín, yacían dispersos los pétalos blancos. Desconsolada por la muerte de su lirio, desde el fondo de su alma y con su angelical voz entonó algo así:
Nunca dejes solo a un lirio,
son flores tristes buscando amor.
Nunca lo dejes solo,
pues solo conocen melancolía y dolor.
Los lirios blancos enmudecen.
¡Ve y cántales, te lo digo yo!
Mi lirio ha muerto,
mi alma penando está.
¿Porque no te amé lirio mío?
¿Y por qué te olvidé?
Tu recuerdo me persigue,
y olvidarte jamás podré.
La princesa no olvidó a su lirio, arrepentida, juró que no plantaría a una flor que no tuviera un semejante pues todos en la vida necesitamos a otros para sobrevivir a la melancolía.