¡Domingo!
Y
borbotea
la
grácil ternura
ardid de olvido en atrición.
Duele
esta soledad,
castigo impuesto
sobre hechos
de una torpeza
que fermenta la dulzura.
En el luminoso horizonte
motean nubes grises
que alteran el límpido vidrio,
traslúcido,
diáfano,
a triste;
cuando el alma reverbera
alegría:
glóbulos de espuma
blanca.
Dolor de domingo
es dolor,
tristeza
que miente,
obscena duda que nubla
su luz;
duda,
duda necia y tozuda
que oscurece el sol y restaura
domingos tristes.
Tristes
pierden su brillo
sin fe en el trillo.