Es la siega del deseo,
el añorar judaico,
el atrapar al señor en la cruz,
la hora nona de su muerte,
una exclamación doliente al abandono del padre
al sigilo de la luz,
siendo su cómplice un letargo nocturno.
Cómo iban las Marías,
al final de su postración,
el mensaje angelical,
pues como del vientre de un cetáceo,
por tres días,
una piedra removida anunciaba el triunfo,
se embelleció tanto el relato.