Pinto un árbol de músculos verdes,
coraza piel,
flores como terminación adornada,
y ensortijados hilillos, hojas y ramitas.
Ah, y cómo olvidar sus brazos orgullosos irguiendo cumbres.
Sí, ese árbol que no siente el dolor o la alegría,
más es el meollo del bosque y la selva,
idolatrado de las aves, monos, ardillas, arañas, y tantos más;
sempiterno por sus centurias;
ese es un árbol.
También el otro,
el que come luz,
el que parece pulmón planetario,
soberbio bemol de troncos,
exhalando aire transparente;
el que nació espectral devoniano.