Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - La Luna Plateada - Parte I~**

Cristal Baltazar una empresaria que lo tenía todo, no se dejó llevar por nada ni por nadie en la hora de tomar desiciones y tan frías como el mismo invierno que pasa ella en una tormenta invernal. Su novio - amante, porque no era novio sino que ella era la amante de él, de Ignacio del Toro Rosa, un ingeniero de la exitosa empresa, se dedicó en amar como amante a Cristal. Cuando ella, sólo Cristal, se debió de entregar en cuerpo y alma al amor verdadero y eficaz y tan pasional que le había dado y entregado a Ignacio Toro Rosa, cuando, de repente, se vió como el mismo episodio de novio - amante y de amante - novio. Si su rumbo se vió inalterado en su forma de entregar el vicio de un tormento frío y desencadenado y atrapado en el corazón con el mismo tiempo del amor. Si ella, Cristal Baltazar, se debió de enfríar el amor en el mismo coraje del corazón, cuando su rumbo lo tomó enseguida cuando vió sin dirección a su propio camino. Y sin fingir dentro del acometido cayó sintiendo el amor en su corazón, cuando se vió funesta, decaída y sin más tiempo que el mismo cristal en las gotas de lluvia en que caían en la ventana donde ella se miraba desde niña. Si en el mismo instante se dedicó en cuerpo y alma en hacer decaer el mismo cinismo en que el rumbo y la dirección automatizaba la espera de creer en el amor y tan real y tan verdadero, pero, aún cae una tormenta de lluvia esporádica en el mismo cielo que aún dejó la tormenta invernal en donde la temporada de un equinoccio se debía de sentir bajo la misma piel y el mismo abrigo. Y por la ventana vió a la luna plateada cuando llegó y ella logró un acuerdo entre ellas dos, entre la luna y su propia cordura o razón en que no llegaba a la locura. Cuando en su mundo se vió delicado, funesto y retraído por el tiempo y por el aciago porvenir de un cruel camino y con el destino frío. Si ella, Cristal Baltazar, creó una atmósfera real y tan verdadera como la nieve en que caía en su propio cuerpo. Cuando en el tiempo y en el trance vivido por el mismo instante en que se veía la sonrisa triste por la ira y las insolvencias innatas. Si ella, Crista Baltazar, se dedicó en cuerpo y alma a ser la novia - amante de Ignacio de Toro Rosa, sí, cuando su virtud fue exacta y tan torrencialmente como la lluvia se debate entre la magia de un sólo por qué, y tan desnudo de un desastre, en la cual, se abría en una sola temporada cuando su mundo se dedicó en ser como el frío y como la misma crueldad de saber que su instinto y el capricho que lleva entre sus hombros era el de saber que su instinto se debate entre lo amargo y lo más ávido del eco del dolor. Y sí, era la novia - amante de Ignacio Toro Rosa, cuando su rumbo y su cordura se debate en ser como el mismo tiempo, en que se creía en ser como el mismo deleite natural en que ella llevaba la esencia y la presencia de un sólo corazón amando a su novio - amante, a Ignacio Toro Rosa. Cuando su esencia y su conmiseración se expresó de tal manera como se amó intensamente y con el amor verdadero con el amor a cuestas de la poca razón, cuando nin pensaba ni imaginaba en nada. Cuando en el camino de ella, de Cristal, una empresaria con éxito y con tanta batalla en el mundo de negocios, era aquella mujer que se entregó en cuerpo y alma a su cometido de bruces caídas cuando su rumbo se dedicó en el mundo laboral como un tiempo sin camino y sin destino frío, si cuando se enfrío el combate de creer en la magia del éxito en el mismo cielo de azul, se debió de creer en la espera de saber que el destino era frío como el mismo tormento. Cuando su acometido se vió forzado en creer en el destino álgido de un siniestro cálido en saber que a sus fuerzas aumentaban más cuando su plenitud y su corazón se sentía como el mismo llanto frío. si con la lluvia se debía de sentir así y todo porque en el ambigüo porvenir se dedicó en una fuerza en desastre continuo. Cuando en el desenlace se vió alterado en la más eficaz tormenta de creer en el frío y en esa luna plateada que ella observaba desde la ventana, en la cual, se debate una sola espera y tan real como lo inesperado. Cuando su presencia se llenó de iras insolventes, como el mismo instante en que se debió de alterar la inspiración en saber que la flojedad de espíritu y de alma se debía de creer en la química en que guardó el más el silencio de los silencios. Si ella, Cristal, se veía entregada en cuerpo y alma a su labor y como mujer en lo personal, se debate entre lo amargo y lo más ávido de un tormento. Cuando ella, Cristal, entregó espíritu y por demás, a su propia alma, en cuanto al silencio automatizando la espera de creer en el amor a ciegas, cuando su mundo se vió como una temporada cuando pasaba, sí la tormenta de un equinoccio invernal. Cuando Cristal, se vió atormentada por un mal altercado entre dos caras, la de ella y la de él, la de Ignacio Toro Rosa, cuando en la reyerta se vió como el final de ser la amante de él, cuando su esencia se opacó con el dolor de una tormenta invernal y tan álgida como el mismo viento que le rozaba la misma piel. Y como novio - amante Ignacio Toro Rosa, se vió aferrado a su franca espera en ser amado y más por Cristal, si su esencia y su buena racha se la debía al cien por ciento a Cristal. Cuando Ignacio Toro Rosa, era el amante de Cristal, cuando el sentido inverso cayó redondo en el alma, cuando su esencia y su presencia se debía de alterar en un sólo suburbio de autonomía y de una sola esperanza en que se debía de creer en la manera de sentir el silencio y por saber que estaba en un sólo tormento abierto como el mismo pasaje vivido en que se moría por amar a Cristal. Si era como el mismo instante en que se abría el deseo y más lo que más se poseía, cuando en el trance de un mal existencial se dió lo que más se aferró el buen triunfo de una sola empresa. Cuando en el momento se dió lo que más se aterró en el desierto frío y mal adecuado de creer en el mal porvenir de sentir el amor en el mismo corazón. Cuando en el amor sólo se vió aterrado como un niño pequeño que el juego lo es todo para él. Si Ignacio Toro Rosa, se vió alternando un dolor efímero, pero, tan largo como lo es el cielo alto y tan perenne como el mismo tiempo infinito. Si Ignacio Toro Rosa, se vió maltrecho y con un mal eficaz de un final sin más que el mismo precipicio negro. Cuando en sus vivencias frías y deleitándose en un torrente frío se ofreció la forma más real de creer en el mal amor cuando en su carisma y en su piedad de hombre sólo le ofreció a Cristal en ser su novia - amante. Y la eterna novia que desnudó el tiempo y más el paraíso dentro de su propio corazón, dejó que su mundo se deleitara en hacer su esencia más huérfana que nunca al aceptar su cometido frío dentro del rocío del amanecer, cuando su presencia lloró en el alma desnudando el tiempo en el reloj sin horas eficaces. Cuando el rumbo y sin dirección se electrizó la forma de sentir el silencio vacío y tan tormentoso como lo más impetuoso del instante frío, cuando en el instinto de tomar rienda suelta se soltó su corazón en amar, no tan sólo como la novia eterna sino como la más efervescente amante de Igancio Toro Rosa, el ingeniero de su propia empresa. Cuando en el instante se dió el más vivo de los momentos, cuando su ingrato cielo se derrumbó ante él, y ante su más inmensa mentira, cuando en el instante se abrió el más cometido de los instantes cuando su rumbo tomó otra dirección, cuando su verdadera esposa pudo saber de todo los malos pasos en amoríos de su esposo el ingeniero de la empresa de Cristal Ignacio Toro Rosa. Cuando en aquel momento se electrizó la forma más exacta de creer en el combate de haber vivido en el mismo tiempo en que vió la forma más electrizante de ver el cielo mágico, y de un torrente de sensaciones buenas, y de riquezas extremas cuando su novia - amante le da la oportunidad de haber vivido en carne propia lo que más encrudece en el ocaso y en el frío sin denegar lo gélido. Cuando su forma de ver el instante se vió como la vil forma de creer en el amor a cuestas de la sin razón con la locura de ver el cielo con nubes blancas cuando era casi lo contrario o en viceversa. Si dentro del mismo instante se creó lo más pernicioso y funesto de los momentos grises debatiendo un frío y un altercado entre lo que más se dió en el mismo ocaso frío. Cuando el amor quedó en camisas extrañas y con sudores de placeres de una novia - amante, la cual, quiso ser exactamente en el deleite efímero y trascendental, cuando en el ocaso frío se intensificó más el deceso de atrever amar como novia - amante y no como una mujer decidida y tan fuerte como el mismo tiempo o como sus mismos negocios. 

Y ella, Cristal, sólo ella, cree en su supervivencia en el amor a cuestas de la inocencia de ese corazón con que ella, Cristal, amaba ciegamente a Ignacio Toro Rosa. Cuando, de repente, se vió inalterado el desastre de creer en el amor sin fin, cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se dió lo que más se identificó lo más inerte de un sólo tiempo, en el amor a consecuencia del amor y del odio en ser la novia - amante de Ignacio Toro Rosa, cuando su esencia y su presencia se vió inalterada cuando el frío llegó como escalofríos en su cuerpo y más en su piel por esa fría temporada en que se dió el frío más nefasto de todos los tiempos y más con dolor, en el alma desnudando el ocaso frío, pero, cuando llegó la esposa de Ignacio Toro Rosa, si se descubrió toda la verdad. Y, sin embargo, creció más el amor entre ellos dos, cuando llegó el reflejo inocuo, pero, tan dañino como el mismo instante, cuando se sintió la misma fuerza en el corazón, cuando él, Ignacio Toro Rosa, las amó doblemente, entre el cariño de ella, de Cristal y su esposa. Cuando en el embate de creer en las mentiras de Ignacio Toro Rosa, su manera de creer en el amor de novio a amante, se enfrentó al veneno de la vida misma, cuando en la mentira creció más y más, cuando en el desenlace se vió frío inerte e inocuo, en el mismo mal percance de creer en el mal trance por haber vivido en un mal infundado por saber que en el instante de ver el cielo lleno de una cruel tempestad, la mentira creció como toda espuma. Si Cristal Baltazar, se fue por donde mismo sale el sol con el crepúsculo en el amanecer. Cuando en el trance vivido vió la forma de creer en el alma a ciencia cierta, como en el mismo fin dentro de lo que se decía entre esos pasillos con murmullos de gente sin escrúpulos. Cuando en el mayor trance de lo acontecido se dió lo más fuerte cuando la susodicha se quedó enfrentando a su propio destino y su camino. Cuando en el alma se dió la más verde esperanza sin poder perder el límite del cielo, cuando en el camino decide una situación indecorosa y tan vil como el perder el tiempo en saber que su camino y su destino se debían a una sola cosa, de que su amor lo dibuja como el más acerado de los ocaso frío e inerte como la misma luz. Y ella, desde su ventana vé a la luna plateada en contra de un sólo rumbo en que ella decide acelerar su mirada, cuando en su esencia y maltrecho se debía de creer en el combate de dar la vida misma, como en el mismo desenlace de ver y de creer en esa luz plateada de luna desértica en el mismo cielo de luna clandestina de noche serena. Cuando en el fingir de todo y de nada se vió inalterada la forma de sentir el silencio desde su perspectiva inocua adyacente de iras sin poder resolver y sin sentido destrozando la manera de mirar por fuera a la luna desértica. Cuando en el trance del mal vivir quedó en una soledad intransigente, inconsciente e inestable con insistencias alteradas por una forma de creer en la magia de ese amor en que ella camina de noche sintiendo ese suave murmullo dentro de su mente y de su pensamiento frío. Cuando en la forma de ver a la luna plateada se vió aferrada y aterrada en creer en la forma más perenne en creer en el mayor desenlace de un triste y fantasioso final, cuando Ignacio Toro Rosa, le expresó que no podía más estar con ella, con Cristal Baltazar. Si cuando ella se dijo que el cielo pintaba a nubes grises en el cielo añil, aunque pasara la noche vestida de luna plateada y de rica sensación si aunque el dolor sería muy doloroso e impetuoso. Cuando Ignacio Toro Rosa se dió a la fuga cuando su vida se vió entre dos y tres, cuando su esencia se vió inalterada entre dos cosas o más, sintiendo el frío de una noche casi estrellada cuando su forma de ver el cielo, se electrizó su mala presencia, en saber que ella Cristal como el mismo cristal transparente también vé a la luna plateada en el mismo cielo, pero, en distancias tan bifurcadas.



Continuará…………………………………………………………………………………………….