Era la primera vez que asistía a una fiesta, era una boda. En la sala estaba una deslumbrante torta de siete pisos en forma de la Torre Eiffel
que había sido elaborada y decorada por el mejor pastelero de la ciudad, mi padre. El chico estaba acostumbrado a bordear los ríos y disfrutar del canto de las aves, contemplar las libélulas y ver correr las lagartijas. Así que cuando entró en aquella inmensa sala no sabía como adentrarse y observando a todos lados retrocedió bruscamente derribando la codiciable torta, dejando de ella una combinación de colores sobre el piso,el fotógrafo era un experto en fotografías exóticas, aunque era bien mayor, en lugar de estar triste sonrió con picardía, capturando esa inimaginable imagen que ofrecía aquel asombroso momento.
Milye Florian
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