Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - La Luna Plateada - Parte Final~**

Cuando Cristal Baltazar se fijó en esa noche de luz plateada en que su brillo era tan real como el brillo que tenía en sus ojos Cristal, pero, de decepción, de desilusión y por mucho llanto y desesperación. Cuando en el instante debía de creer en el brillo brillante de esa luna apaciguada, si en creer en el embate pasional se dejó atrás, entre Ignacio Toro Rosa, y ella Cristal. Cuando su esencia se debatió una sola espera, de creer en la luz de luna, cuando su presencia se debilitó tanto como la misma fuerza en fuerte trascendental, como la magia de ver el sol como la misma luna de noche. Y Cristal Baltazar, se entregó en cuerpo y alma, cuando su promesa era tan real como la sospecha de la esposa de Ignacio Toro Rosa, de que era ella, Cristal, la novia - amante, la que por ella la había engañado, dolido en el alma, y hasta engañado con ella, con Cristal Baltazar. La que un día amó intensamente como una novia frente al altar, desnudando la misma fuerza en que se da como la intensa intensidad de que el juego del amor debía de ver el cielo como el mismo hielo. Cuando sintió el frío de un desastre desfigurado como el mismo tormento, cuando en la luna plateada fue todo para la luz consecuente, como la forma de ver el cielo de un sólo frío sentido. Si en la insistencia del dolor se dió como la misma esencia en que perfiló la misma fortaleza, cuando en el combate de ir y de venir, se ofreció lo más rico de una sensación fría como el haber sido la novia - amante de Ignacio Toro Rosa. Si su bondad y su amor como amante y como poder engañar lo que era el amor, un deleite torrencial, de creer en el amor un desastre inocuo, cuando el engaño fue pasar por un amor peligroso cuando en el amor debate una ira en poder creer en el mismo mal percance. Cuando en el amor se dió como el mismo dolor en el alma, cuando en el amor enriqueció tanto como poder decir que era la novia más perfecta del momento, cuando en el desconcierto de creer en el amor se dió como lo más imperfecto de un todo, cuando su esencia y el velo quedó sin besar a la novia frente al altar, cuando desnudó su corazón, sí, cuando su rumbo cayó como calla con un beso la insípida insinuación de un beso clandestino de creer en el alma enamorada, y con un beso atiborrado de silencios cuando se amó verdaderamente. Cuando su presencia la dejó caer en la manera de ver a sus ojos de luz como la luna plateada, cuando en el instinto de ella, de Cristal, se debió de ver el cielo en sus ojos, de sentir el silencio en el alma como huérfana es la vida a veces, cuando en el embate imperfecto se dedicó en cuerpo y alma a ver a la luna plateada en todas las noches de luna, dejando luz perfecta, y de creer en el pasaje vivido en observar el sol en el cielo como mirar las sombras oscuras que deja el sol en algunos sitios. 

Como sucumbiendo en un sólo trance vivido, cuando sus negocios brindan salud y aumentan sus ganancias, pero, el ingeniero de la empresa Ignacio Toro Rosa, se entregó en carne cruda a su escondite mayormente en dos y tres cuando su rumbo debió de creer en la condena de ese amor entre Cristal Baltazar y de Ignacio Toro Rosa. Y en ese escondite sólo quiso ser como el ave sin poder volar jamás, cuando sus alas mojadas cayeron en una sola salvación y sin poder escapar se deleitó la forma más inocua de perecer en el acto, cuando él, el ingeniero Ignacio Toro Rosa, realizó unos negocios turbios extraños con el extranjero en la empresa de ella y con la mafia del ‘25. Cuando en el suburbio se identificó más y más, cuando él, Ignacio Toro Rosa muere en el acto, cuando su contrincante se armó de valor tomando el control de todo, cuando el súbdito, el ingeniero Ignacio Toro Rosa, perdió el combate entre los negocios turbios entre esos dos titulares de la empresa cayendo sin flotar a flote en el trance de lo indebido, si su rumbo cayó muerto y sin más que desarmas que en el mismo imperio soslayo de un llanto entre esas dos mujeres huérfanas de tiempo y de soledades en amoríos clandestinos que Ignacio Toro Rosa les dió como hombre y como novio - amante. “Ignacio Toro Rosa murió en el escondite entre la montaña Pike y el Lago Azul”, fue el titular de la noticia, cuando su rumbo se fue de un clandestino fugaz en el tiempo cuando en el desierto mágico se hizo y se electrizó como el combate inerte y fugaz de un sólo tormento, cuando en el instante se dió lo más fuerte de toda una vida cuando en el siniestro cálido del sol se vió aterrada y enfrentando cargos por los negocios turbios de él, del ingeniero Ignacio Toro Rosa, y más con la oscuridad llamada la mafia del ‘25. Ella, Cristal, dejó todo claro con el recuerdo y con los buenos vínculos entre dos y más empresas con su empresa y todo fue resuelto gracias a Cristal Baltazar. 

Mientras ella, en su mundo psicológico y tan paranoico y con una neurastenia estable y balanceada, se dió a la tarea de estudiar a la luna plateada en el cielo añil. Cuando en el instante se debió de creer en el suburbio automatizado de saber las fases de la luna, que si luna menguante, que si luna llena, etc. Cuando en el desenlace debió de creer en que la luna llevó el nombre de luna porque así Dios lo quiso en Génesis, cuando Dios creó al mundo, esa es la única historia que se conoce hasta el momento, se decía ella, Cristal. Cuando Cristal, sólo dió un énfasis a la luna plateada, cuando en la noche se dió lo más funesto del instante y la más tristeza mirando a la luna desde algún lugar estable, o sea, desde su habitación o en el atrio universal con un telescopio viejo donde ella observa a la luna, a las estrellas y a los planetas universales. Si en el alma se identificó esa luz de luna plateada cuando ella observa a la luna, desanimando los complejos de su idiota vida y de un fiasco vivido. Cuando su vida no era la que ella esperaba ni la que sentía en verdad, cuando su mundo y su universo se dieron a la tarea de entrever la razón perdida, que llegó a la locura con un embate de un sólo solsticio universal, cuando en la caricatura de cara se vió en un sólo desastre, si se vió aterrada y mal aferrada en atraer el mal espejo en su propio rostro. Cuando ella, Cristal, se vió en un mal trance sin poder vivir más cuando en el trance de lo vivido se dió, en cuanto, la imposibilidad de creer en la magia vivida vió a la luna plateada de bronce o de oro, y no, no fue así, ni era así, sino que desde el coraje del mismo corazón se entregó de tal forma en que lloró a Ignacio Toro Rosa, cuando su entrega se vió inalterada, inestable con una sólida depresión y tan aguda que le perforó el llanto con sus lágrimas el corazón en eterna tristeza, porque lo amó, ¿y, lo amó, sinceramente?, pues, sí. Si era la novia más perfecta, pero, sólo llegó a ser la novia - amante de Ignacio Toro Rosa. Sí, una amante sorpresivamente amante, sin desamor, con amor y con una pasión en subrepticio placer y con la mirada a los ojos sabiendo la verdad del mismo corazón. Cuando en el sistema de cruz y raya, se dió lo más imposible de creer en el alma buscando la luz de luna plateada. Cuando en el rumbo, se dedicó en fuerza y en espelunca soledad, de un cóncavo corazón, cuando sin dirección se hechizó la forma y tan exacta de creer en el amor a cuestas de la razón sin locura. Cuando en el alma se dió lo más fuerte de ver a esa luna plateada cuando la vió de oro y de bronce en su iniquidad por cambiar el mundo. Cuando en el alma se dió lo más fuerte de creer en el alma, una verdad infinita y más con esa luz trascendental, cuando en el juego de un triunfo, se vió el éxito en un sólo fracaso de un amor en el corazón. Cuando en el trance de lo mejor y de la vida inerte, fue como el mismo juego en el corazón, desnudando lo que más pasó cuando en la seriedad de la vida, se hizo como el mismo tormento devastado de iras insolventes. Cuando en lo vivido de un todo se fue como la forma más exacta de vivir en el mundo actual, de creer en el mayor suplicio como el desahucio de su propia vida y más en su corazón. Cuando en el mayor desastre de ver el cielo de añil  fue creer en la vida con la luna plateada, cuando en el momento se dió la fuerza más grande e inmensa en ver el cielo con esa luz haciendo el desastre de ver el cielo con una suave luz en que el delirio fastuoso e impetuoso se dedicó en ser como el mismo universo frío. Cuando a la luna, ella, Cristal, la observa como un superpoder autónomo de creer en el mayor desenlace de ver en el cielo el fin de su pobre relación, pero, si fue tan fructífera la vida en relación a su amor con Ignacio Toro Rosa, pero, el derrumbe de todo se vió  venir exageradamente inocua en el tiempo en que fue lo más exacto por saber de todo de que era un hombre casado con otra mujer, cuando en el embate perdido se dió la tristeza cuando perdió a ése hombre, el cual, ella amaba tanto y hasta con el alma. Cuando en el trance del umbral perdido entre el escalón hacia el cielo había una tormenta invernal de fríos y de espantos nocturnos cuando en el desasosiego silvestre de lo acontecido, se vió a la luna vestida de sal y de luz. Cuando ella, Cristal, se electrizó en lo más fuerte de una sola decadencia y tan álgida como el ir y venir de acuerdo, a la tormenta invernal en decidir lo más impetuoso del cielo abriendo el cometa de luz en el mismo cielo pintado de luna plateada en esa noche de soles frígidos. 

Cuando Cristal, ella, tomó el cuadro pintado por ella, del paisaje en que vió el tomento de luz en sus ojos de ese bello paisaje de luz y de tormento, cuando en el alma se vió dibujada la forma más cruda de ver el cielo de luna plateada, en cuanto, en el pensamiento se derivó el sustraer la forma más vil de acercar el siniestro ávido de saber que el destino era tan frío como superar la forma de ver el cielo de luna plateada sin ese sol desnudo entre ese manantial, ese cuadro pintado por ella. Cuando en el alma de Cristal, se vió reflejada esa luz de luna, cuando en el alma se dió como el universo intransigente de despechos cuando la esposa de Ignacio Toro Rosa, se vió aferrada a la confesión entre mujeres despechadas, muertas de miedo, y de intransigente corazón al desnudo de amores sin concluir. Cuando en el momento se dió como el instante en que se vió atormentada la verdad, cuando en el instante se debió de atemorizar la razón perdida, cuando en el momento se electrizó la forma de un susodicho evento, cuando en el sueño se dedicó en forma indirecta una cruel pesadilla, cuando su rumbo se perdió definitivamente. Cuando en el ocaso frío se sintió como el mismo deseo en que el frío se sintió en la misma piel y en el mismo cuerpo, cuando en el deceso de la luz y de la luna plateada, cayó en callar lo que más se enreda en el mismo tiempo, en que ella pintó y dibujó con el inerte corazón a su pintura mágica, trascendental, y más en un translúcido, evento, y de un sólo paisaje, cuando en el alma dibujó todo. Como el mismo universo frío, y como el mismo trance vivido, cuando en el embate se dió lo más efímero de ese cuadro pintado en trance de ese mal vivir. 

Si ella, Cristal Baltazar, se dedicó en cuerpo y alma, a amar con la promesa de luna plateada cuando murió su gran e inmenso amor, Ignacio Toro Rosa, sino que tan sólo dejó brillar a la luna entre sus ojos de luz, sino que fue más, si le dejó broncear a su piel desnuda de luz. Cuando en el cielo añil se debió de enfriar el cometido de bruces caídas en la formación de creer en lo más profundo de amar en lo que más presenció cuando fue lo más pernicioso de un sólo momento, si en el instinto de ella Cristal, se vió como el cristal transparente, como su propio cristal translúcido entre las gotas de lluvia y la luz de luna en el mismo cielo. Cuando Cristal, se vió mercenaria de deseos nuevos y en querer amar nuevamente con amores clandestinos como lo fue ella novia - amante del ingeniero Ignacio Toro Rosa. Cuando en el instante debió de crecer como el ámbito terrestre cuando desde la Tierra ella vé la luz de luna plateada en el mismo cielo cuando su mundo cayó en redención. Y ella misma dijo que el mismo cielo se dió como la luz universal de todo mundo, cuando en el embate de creer en el derrumbe total se debía a que su memoria así lo vé, como una destrucción no parcial sino total. Y vió la tormenta caer desde lo más alto del cielo, y el frío descender hacia lo más cruel y nefasto del tiempo, cuando ella, Cristal, se vió inalterada de nervios fríos cuando vé el rostro de su amor dibujado y pintado en aquel cuadro en que ella dejó la magia de todo pintor. Cuando se dió de cuenta de una sola cosa, cuando él, Ignacio Toro Rosa, nunca murió, pues, su esencia debate una sola espera y tan inesperada de un sólo tormento, cuando el instante  enfrió el acometido de entrever el desastre en creer en el combate más cálido de entregar  cuerpo y alma a su espejo de luz que fue y que era la luna plateada. Si ella Cristal Baltazar, miró descendentemente a la luz de luna cuando su mirar desmayó en un sólo trance del mal vivido, cuando su alma corrió por un sólo tiempo en que el desastre, se vió inalterado en la formación de un cuadro automatizado de creer en ese manantial formado por el dibujo. 

Cuando en el embate de creer, ella Cristal, tomó un arpón de ese atrio abandonado y se lo espetó en el corazón dejando caer su corazón al vacío e hiriendo pulso a pulso, gota a gota, con sangre y dolor lo que más pasó en el alma desolada, abatida, adolorida e inestable como el mismo imperio frío en que ella se halló. Cuando en el embrague de la vida misma se dió lo automatizado de esperar lo inesperado en saber que el mundo lo vé como el tormento frío y con esa tempestad fría y álgida destrozando la manera de creer en el combate del terreno viendo a la luz de luna desde la misma Tierra, donde ella, Cristal, murió suicidando el alma llena de luz condescendiente. Cuando al final su promesa fue hecha y realizada como la misma luz de luna plateada en el mismo cielo añil. Y quedaron sus ojos abiertos a la luz de la luna mirando y observando el rayo de luz de luna plateada, cuando murió como el frío manantial que ella pintó en el cuadro derramando toda plenitud entre los rayos de luz hasta descender hacia sus propios ojos con la luz de la luna plateada.



FIN