Que sigas a mi lado no lo admito
no hay modo que lo pueda consentir;
déjame, nuevamente lo repito,
que en lo nuestro no hay nada que invertir.
Retira de tus ojos esas vendas
pues se ha acabado el verdadero amor,
y tan sólo deseo que comprendas
escuchando mis ansias cual clamor.
Pues las penas y angustias que guardemos
se enjuagarán con nuestro propio llanto,
efecto que por cierto viviremos
por haberse esfumado todo encanto.
No soporto tan duro desconsuelo;
propia es la hora de levantar el vuelo.
Jorge Horacio Richino
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