Me gusta situarme en la estaticidad
del tiempo
argumentar… [que este no pasa]
que siempre es el mismo día
repetido infinitas veces en forma pendular.
Organizado en septetos con distintos nombres.
Cuantificable en números arábigos
haciendo nodos en la imaginación.
Es como sí; un poeta usará apodos
distintos para declamar sus penas.
En tinieblas; él, se llama noche.
Con lumbre y el cántaro lleno
de pájaros, digamos que su nombre
Es témpano,
pero las penas no cesan
Con el alba
y se renombra el hombre.
Ahora es: esclavo
y la esclavitud
fenece con libertad en el mismo
hombre,
no en los libros falseadores
de la historia.
No en los objetos
No en la conciencia,
porque viven
felices también los esclavos y los
amos sufren, los reyes lloran,
y aman
también los malvados,
y odian los enamorados, (día y noche)
En plano vertical o inclinado. Sin concesiones
Ni sustracciones.
Sin movimiento circular.
Así quiero creer que es el tiempo
Como el reloj de arena, o una ola de sal,
—un ratito arriba
Y otro abajo.—
Así me gusta percibirlo.
Inflexible y lineal como la barra de las pesas
que lleva dos soles pendidos en cada extremo,
una idea vaga, difusa, así, como el amor,
que sin ser verdad; todos lo sentimos
y se hace necesario…
Prefiero percibir el tiempo, Sin pasamanos, —no hay maneras
de agarrarlo,— pero es posible marcarlo
del mismo modo
que los perros marcan un espacio
que no les pertenece, pero ha sido
transitado antes que otra fiera.
Mi propósito es adelantarme
a la fiera abominable del olvido.
Porque todo ser muere al menos
dos veces; cuando el corazón
deja de latir.
Y cuando ya nadie lo recuerda.
El tiempo no pasa, el ahora es perpetuo
ni oscilante , ni sucesivo.
Lo que ocurre y lo que mata es el olvido.