ALFREDO

ABATIDO

Abatido...

con las bases inestables,
con el centro oscurecido,

con el cetro doblado, en eclesiástica forma,
con la vanguardia rendida y cabizbaja...

Abatido...

sin nervios en las tenazas,
con las lumbreras apagadas,

con la grieta hermética, en todos sus significados,
y el dorso como un cerro, repleto de piedras.

Abatido...

 saludando a cualquier individuo,
hablando secretamente conmigo mismo,
sentándome en la esquina más ensombrecida,
leyendo un viejo libro, de otra vida.

Abatido...

caminando frente a árboles, opacados por la noche,

observando la soledad, la ausencia, la carencia de personas

en el lado derecho de mi banca,
oyendo sólo: remotos silbidos, y cantos de aves nocturnas.

Abatido...

con palabras tropezando en mi paladar,
quedándome imperturbable, con mi laica existencia,
vislumbrando como se aleja, el incorpóreo paraíso;
y meditando, si fue justa y razonable, mi existencia.