El mismo cielo impredecible.
El mismo mar de perturbada serenidad.
La misma nube viajera.
El viento que mueve los árboles.
La Luna en alguna parte.
Las estrellas en todas partes.
Y la ciudad que no se apaga
para quien se apropia de la palabra
y quiere forjar un poema
que lo acerque a la divinidad,
mientras en el llano los sueños navegan
intentando no hundirse en la realidad.