Canto I
Lo tarde o lo simple de estas confesiones,
deshilan la lana turbia que me frena,
frenando tormentas que en fragor avanzan,
arrastrando puertos sin alabanzas,
sin maldiciones, ocultos en mí.
Camino a sus valles de pino y abrigo,
inicia sus viajes en nidos de espuma,
y confieso que de muy lejos la veo
cuál diente de león, libre y felpuda.
Pero cuando ella existe así, cerca,
un minuto soy pararrayo del mundo,
luego soy abrigo, sol en sus ojos
y en su triste alma deforestada.
Pero confieso que se hizo costumbre
sonreírle entre cumbres, cuando aparece.
Canto II
Confieso que su risa es una sonrisa
sin pose y dedicada una vez al día,
reflejada en el agua del charco,
en los sonidos de rama y viento.
Confieso que con el goteo del tiempo
es breve bajar persianas y cortinas.
Aferrando mi sueño al sueño de anoche,
al perfume, al paso y al abrazo de un broche.
Confieso que sin prisa vine en espera,
con una paciencia triste y tremenda,
a ver si alegre veía su rostro
recostado a un sol que vista de nube.
Confieso que sí quiero, que la quiero,
que la pierdo y lo siento, y que me quedo.
Martin Blythe
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ne m\'oublie pas