Nada cambia
este cristal indeformable
violencia espuria
comisión criminal
que el aire empuja, caliente
y por la noche. Como enhebrar
agujas
es un arte tan difícil, estuvimos
horas
atendiendo a los enfermos de las
cárceles contiguas, y como energúmenos
verdaderos, asistimos a los oficios funerales
de antiguos compañeros: cartas, carteros,
amores disipados bajo la llama austera
de un sinfín de días y estruendos tormentosos.
Nada cambia, pues,
a este lagarto insinuante
que llamamos vida, solemne,
petulantemente, iniciando, a la nieve
en su crepuscular mano de agua.
©