La gigante marea del ensueño
oscilante las venas nos agita;
semejando velero que transita
con su carga de hermoso y tierno sueño.
Ofrendando su rayo muy risueño
los rincones del alma nos visita;
ofreciendo el calor que nos invita
recibir su pasión con dulce empeño.
Es difícil, de amor pintar colores,
son extraños sus cálidos matices
donde brillan estrellas vespertinas.
Entre trinos de dulces ruiseñores,
laminadas de mágicos tapices;
acarician sus luces tan divinas.
Miradas transparentes
obsequian cariñosa incandescencia;
regalando ilusión a la existencia.
Autor: Aníbal Rodríguez.