Por la senda del monte Mampodre
corre una creencia incierta, mítica,
vana pretensión de la diosa Europa
proclama de aventureros y monteros.
Entre hayedos y frescos prados
llegando a la collada de Riosol,
valles, ríos, roquedos, nubes intensas
aguas retenidas y tranquilas de Riaño.
¡Tanta belleza!; la noche acecha,
las luces, lejanas, apenas brillan
en el plenilunio de densas nubes
de viento en calma, suave brisa.
Todo invita a la meditación
al pensamiento libre, al romance,
al Sereno adormecimiento, dulce.
Ladridos lejanos, ulula el Cárabo.
Repentinamente, un fogonazo de luz,
segundos más tarde, un ronquido inmenso
Inunda el valle, inunda el eco, brama,
líneas de horizonte, imaginarias, reflejos.
Huele a hierba recién segada,
a tierra bañada en lágrimas de,
ancestros sobrenaturales postrados,
de musas adormecidas y sacramentales.
La tormenta se ciñe sobre mí,
no encuentro a donde ir,
Raudo, comienzo a sufrir por huir
entre pedernales en mi afligir
Hayo una cueva solitaria de pastoreo,
el eco en ella, no me deja sentir,
fatigado, mi corazón en un latir,
¡Noche, eco, trueno… encima de mí!
Dioses y diosas rodean mi refugio,
ya no tengo a donde ir
la gruta, abre tras de mí,
mis pies apenas dan un paso.
En ambos lados, sombras chinescas
aparecen en un ir y venir.
Un aroma cuan azufrado elixir,
Incapaz, mis pulmones de digerir.
Ante mis ojos cubren las rocas
en un crepitar y en un fluir,
Inmensos árboles, me tratan de asir,
con una roca trato de herir.
Corro sin rumbo, brincando, evitando
fugaces desprendimientos, ígneos,
murciélagos gigantes, de cuerpos
humanos con cabezas momificadas.
Salto un arroyo de verduscas aguas
de espesas gelatinas inundadas de lodos,
de pisciformes serpientes aladas,
de parásitos foliosos simbióticos.
Arañas con diminutas cabezas de leoninas
patas puntiagudas clavadas en las rocas
que rasgan las más duras,
beben del vigoroso líquido del arroyo
Una liana áspera y rugosa, coge mi pierna,
con fuerza me libero, y en mi esfuerzo
pierdo equilibrio, caigo al suelo,
cuyo tacto es la piel de serpiente.
Busco una salida, por donde escapan
telas de araña desprendidas al viento,
aletean murciélagos despavoridos,
¡Corro y corro! sin freno, desbocado.
Al fin, mi cuerpo se llena
de luces y resplandores, de humedad,
de sonidos tremendos, estallidos,
del aire dilatado, envolvente, atronador.
Es la tormenta que grazna
sus últimos alaridos de terror.
Mis ropas están secas, mi cuerpo,
Intacto, ¡ya ha pasado todo!