Bueno
ella y yo pecamos.
Nos amamos si
o creíamos que nos amábamos.
Y pecamos juntos
y nos arrebatamos de deseos
y todo era obviamente
un intenso pecado.
Y maduramos por fín
cada cual por su lado.
A corregir el pecado
si se pudiera
que Dios nos haya perdonado
de tanta pasión
de tanto desenfreno
más que permitido enamorado.
Tanta tentación
no aquilata nuestros pecados.
Tanto amor
desequilibrado.