Curso de literatura para adultos mayores:
ESCRITORA FRACASADA
Acá estoy, sentada mirando la hoja en blanco, mi cabeza
parece un nido de caranchos, si al menos en el medio
apareciera un huevo, pero no, nada aparece, ni huevo ni
caranchos. Las musas enamoradas, corrieron detrás de
los artistas. Nada se me ocurre, la desidia se apoderó de
mí, no deseo hacer nada. _ ¿Qué interesante? Ambas
palabras (deseo y desidia) vienen del mismo verbo latino
“Desiré”. La desidia es querer abandonar lo que se tiene y
el deseo es añorar lo que se perdió. _
_ ¡ Ay...! Yo estoy cada día más loca._
Me pongo analizar la etimología de las palabras, cuando el
profesor, que luce cabellos dorados y verdosos, me exige
que el lunes presente un relato literario.
Es un personaje extraño, el profe, se llama Jacinto, obeso,
piernas cortas, no utiliza libro de texto, él mismo crea un
dossier para cada clase, donde incluye una parte de teoría
y varios ejercicios.
El salón, es una lucha incesante de alumnos adultos mayores, que asistimos arañando el curso escolar, con la
sensación de estar siempre rozando la catástrofe del
aplazo. Como si fuera poco, nos chocamos los bastones, se
nos caen los lentes, audífonos, nadie recuerda donde dejo
la tarea, ruedan las lapiceras por debajo de los pupitres, y
la gran duda existencial.
_ ¿Habremos entrado al salón correcto y a la hora indicada?_
Pero lo más importante es que nadie aquí es de una pieza.
El profesor aparece como una figura heroica, pero
también investida de una humanidad que hace que no sea
inmune a errores capaces de arruinar, en dos segundos, el
escaso rédito de nuestro trabajo. No obstante lo queremos y respetamos, sobre todo por el modo en que nos mira
en silencio.
Algunas veces, las clases, mágicamente, se convierten en
bonitas historias, que acarician las estrellas. Posiblemente
inspiradas en el camino que nos muestra el crepúsculo de
nuestras vidas y las añoranzas de aquellos amaneceres,
donde las calandrias cantaban con diferentes trinos una
misma canción.
Me pica la cabeza. Sigo dispersa, por ende, la hoja en
blanco se sonríe. Tenía razón mi madre cuando decía,
dedícate a la abogacía, porque vos… como escritora serás
una fracasada…