Pero algo estira
empuja, regresa
con sus cordones
inverosímiles, retorna
con sus zapatos inusuales.
Y cobra la vida
su prodigio, y comienza
y bellamente atraída
redunda en beneficio
de la alegría. La muerte
su estampa de fino escueto,
vino de la malformación
de un feto prohibido, la escuela
de la vida, su génesis de idiosincrasia
festiva. Oh, veo su adolescencia
plasmada en largos versos, con su cuerpo
inaudito vistiéndose de laúd, o cítara,
o verja de colegio. Y los veo
asumirse las plegarias, asentarse
en sus diatribas, buscar el azulejo
proclive, la promiscuidad
tras los espejos empañados.
Siempre lo veo, ausente, feliz,
decente, o mentiroso, vulgar,
anodina hormiga. Clausurado,
de puertas hacia arriba, su mundo
está cerrado.
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