E. G. Cortez

Confesionario (segundo movimiento)

Estoy, se podría decir, como sentado,

como el Crónida, pero sin la gloria,

fuera de toda tentación. Estoy asentado.

Enmarañado en mi escasa entropía,

coronando mi estancia desde el alba,

me siento palmo a palmo invariable

y quiero pensar; pero me acusa el mañana

como una forja negra y gastada.

Siempre estoy sintiendo el mañana

como si algún día me fuera a levantar

como si no estuviera aquí sentado

y me hubiera ido con todos los que 

innegablemente se fueron.

 

A veces me pongo a contar la tristeza

dentro de las ondulantes memorias

de los que calladamente se han ido.

Leda ponme otro huevo.

perdona que esté pidiendo todo el tiempo

ya no hago nada más que adivinar

que ya un día camine toda senda,

que ya lo tuve todo porque nada tengo;

que todos los caminos al cielo

están cosidos a la tierra

con los oscuros sueños del hombre

por las mismas manos de Dios.

 

Y pienso que las cosas son a veces

justo a como las tengo en mi mente

y me lleno de asombro y ternura por el mundo

y el fuego está más vivo y más rojo

acariciando una luz más lenta

bañando la tierra y los cerros 

que giran de melancolía

porque no estamos ni escasamente, 

cerca de alguien.

 

Pero permanezco sentado e inocuo

sintiendo que algo fluye hacia el llanto

ya ni hablo para no asustarme

Porque hablando solo una vez

me dio el miedo horrible

de que una voz invisible

se apiadara de mi

y virtuosa me respondiera.