Yo tenía un amor de calendario
que tachaba los días del mañana,
marcando en color rojo de ilusiones
los verdes de esperanza.
Tenía que regir las emociones
que en mi alma suscitaba su mirada
todas aquellas veces
que los ojos inquietos se buscaban.
Yo quería creer que me quería
encerrando el aroma de sus cartas
en la urna de los sueños
que celoso de lo íntimo guardaba.
Yo inspiraba el perfume de su cuerpo
bordado entre mis sábanas,
y el deseo y las lágrimas por verla
prestos en mi almohada.
Yo tenía la ofrenda de lo eterno,
que entre besos su boca susurraba,
y tanto que tenía
no entendía, que no tenía nada.