Como lloran las palmeras
en el húmedo palmeral,
cuando mastican el viento
en la mística soledad,
lágrimas de luz y de agua
esencia del hondo verdor,
corren ríos hasta sus raíces
que se empapan de sudor,
lo mismo son las palabras
que salen de un corazón,
en el sosiego de esta vida
suspira el alma con ardor.
Un canto al dolor y a las fatigas
y un ramillete de ortigas,
donde cicatriza la razón
pase la fe y mendiga.
La vida es un inmenso palmeral
y somos palmeras al viento,
respiramos la humedad
cuando afloran los sentimientos.
Vivimos cerca del mar
que es como un odre abierto,
sentimos hambre y sed
en el amanecer y en el ocaso,
cuando el sol sale
y se pone allá en el horizonte,
hasta parece que sangra
derramando su dolor en el agua.
Los poetas somos vagabundos
que andamos cada día
un trozo del camino,
nos falte mucho o poco
sembramos rosas y espinos,
nos fundimos cada día
en la palidez de esa fragua,
donde nos consumimos
en el incandescente carbón rojo,
antes o después nos derretimos
como la \"hulla\", ese carbón mineral,
que cada día sale a nuestro encuentro
y que nos quiere abrazar,
quema y arde por dentro.
Como las palmeras en el palmeral,
cuando sopla el fuerte viento
nos doblegamos y lo dejamos pasar,
para que nuestras ramas doloridas
no se puedan tronchar,
y ver de nuevo el amanecer
donde se desploman los sueños,
pero la ilusión florece otra vez.
Y es que somos tan pequeños,
menos que una gota de agua
en ese océano eterno,
la brisa tiene prisa y cabalga
y no sirve para nada,
las coronas de laureles
que se llevan en el alma,
se secan como los claveles.
y, ¿tú te crees que sabes mucho?
¡Cuando no sabemos nada!
Deja tu copa que ya está vacía
sobre la mesa que no se rompa,
que, hasta las palmeras más grandes
se secan, se abrasan y agonizan
ante los palmerales de tu boca.
Recuerdos de mi tierra Alicantina.
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